viernes, 2 de abril de 2010

Michael Ende, el defensor de Fantasía

Su nombre completo es Michael Andreas Helmut Ende, fue un escritor alemán que nació el 12 de noviembre de 1929 en Garmisch-Partenkirchen, Baviera, y murió el 28 de agosto de 1995 en Stuttgart.

Fue hijo único del pintor surrealista Edgar Ende, quien le transmitió su rica visión de la realidad y una completa educación artística y humanística, y Luise Bartholomä, una fisioterapeuta. Desde pequeño convivió con pintores, escritores y escultores, “ya de pequeño aprendí todas las teorías (también aquellas que hoy en día todavía son revolucionarias) sobre el arte y la literatura”, comentó Michael. Sin embargo le tocó vivir una época de ambiente nacionalista y de guerras, cuyas experiencias contribuyeron a afianzar el anhelo de belleza, humanidad y armonía que refleja en su mundo de fantasía.

Por el año de 1947 entró en la escuela antroposófica del filósofo Rudolf Steiner, en Stuttgart, y fue en ese año cuando escribió su primera obra de teatro: Ya es la hora, dedicada a la matanza de Hiroshima. También de joven participó en una agrupación antinazi llamada “Frente Libre Bavarian” mientras era estudiante, pero suspendió sus estudios para servir al ejército alemán. Tiempo más tarde, toda su familia se mudó a una zona donde habitaban muchos artistas en Munich, aspecto que inspiró al joven artista.

Entre 1947 y 1950 estudió interpretación en la escuela de Otto Falckenburg, en Munich; luego comenzó a escribir relatos de corte infantil y juvenil. También trabajó como actor, guionista de espectáculos de cabaret y como escritor de críticas cinematográficas. Años después, en 1955 Ende escribió la obra de teatro El Feo.

Así pasó algunos años de trabajo inestable como actor y escritor libre, escribió todo lo que le proporcionaba dinero: canciones, monólogos para cabarets político-literarios, sketchs, etc. Pero justo cuando tenía una situación económica y moral insoportable, aceptaron su libro Jim Botón y Lucas el maquinista el cual obtuvo gran popularidad en su país en 1960, una novela fantástica con la que ganó el premio Deutscher Jugendbuchpreis como mejor libro alemán del año para público infantil, aún después de que fue rechazada durante dos años. Esta obra trata las aventuras de un niño que por error llega a una isla tan pequeña que un habitante más representa un problema grave de espacio. Al crecer decide marcharse y Lucas, el maquinista, lo acompaña con su increíble locomotora recorriendo todo un mundo real y fantástico.

Con esta primera novela, Ende recibe sus primeras críticas recibidas de muchos editores que rechazaron su manuscrito por ser excesivamente fantástico, tomando en cuenta que en el ambiente de los años sesenta en Alemania presidía el realismo y los textos comprometidos socialmente, cualquier otro tipo era clasificado como literatura de evasión, en especial la fantástica. Por ello, Ende es obligado una y otra vez a justificarse hasta que decide irse a vivir a Roma con su primera esposa Ingeborg Hoffman, una cantante, hasta que en 1985 ella falleció debido a un cáncer.

En 1985, debido a la muerte de su mujer, Ende regresó a Alemania para instalarse a las afueras de Múnich, donde se casó cuatro años después con su traductora japonesa Mariko Sato.

Entre sus libros más destacados se encuentra Momo (1973), una novela polémica para su época debido a la dura crítica social, la obra narra la aventura de una niña que se enfrenta a los hombres grises que se dedican a robarle el tiempo a los hombres. Esta historia fue llevada al cine, así como también La Historia Interminable (1979), en el cuál un libro habla de un libro. En general es la historia de Bastián Baltasar Bux, quien al robar un libro descubre que este habla de él y es absorbido por su trama. Y aunque de nuevo se tuvo que justificar frente al realismo, tan importante en esa época, el éxito superó lo previsto y, no sólo fue leída por niños y adultos, sino que obligó a cuestionar nuevamente el concepto de literatura juvenil mientras que grupos pacifistas iban a las manifestaciones con el libro bajo el brazo.

Es importante destacar que a pesar de la mala crítica, Ende siempre se mantuvo fiel a sus principios y a su filosofía defendiendo la literatura fantástica; pero no como una vía de escape de la realidad, sino como parte de la misma, él solía decir: “La fantasía no es una forma de evadirse de la realidad, sino un modo más agradable de acercarse a ella.”

Llegó a comentar en entrevista que cuando nos fijamos un objetivo, el mejor medio para alcanzarlo es tomar el camino opuesto: “No soy yo quien ha inventado dicho método. Para llegar al paraíso, Dante, en su Divina comedia, comienza pasando por el infierno. Para descubrir las Indias, Cristóbal Colón elevó anclas en dirección a América. Para encontrar la realidad hay que hacer lo mismo: darle la espalda y pasar por lo fantástico. Ése es el recorrido que lleva a cabo el héroe de La historia interminable. Para descubrirse, a sí mismo, Bastián debe primero abandonar el mundo real (donde nada tiene sentido) y penetrar en el país de lo fantástico, en el que, por el contrario, todo está cargado de significado. Sin embargo, hay siempre un riesgo cuando se realiza tal periplo; entre la realidad y lo fantástico existe, en efecto, un sutil equilibrio que no debe perturbarse: separado de lo real, lo fantástico pierde también su contenido. Eso lo aprende Bastián a su paso por la ciudad de los emperadores destronados. Al haber perdido hasta el recuerdo del mundo real, los habitantes de dicha ciudad del absurdo se ven obligados a desparramar al azar las letras del alfabeto durante todo el año, esperando que, en el transcurso de la eternidad, acaben por aparecer todos los libros del mundo, entre los que se encuentra, claro está, La historia interminable.”

La primera vez que fue llevada al cine fue en 1984, donde muchos detalles del libro fueron modificados y aunque Ende se desilusionó, fue un éxito en taquilla. Sus libros se han caracterizado por tener nombres llamativos y extraños, como por ejemplo: El libro de los monicacos (1970), Tragasueños (1978), Jojo: Historia de un saltimbanqui (obra de teatro 1982), El Goggolori (1984), El espejo en el espejo (1986), El Ponche de los deseos (1989) y Carpetas de Apuntes (1994) que contiene algunos ensayos autobiográficos con algunos relatos fantásticos y de aventura.

A Michael Ende se le diagnostica cáncer de estómago en junio de 1994, el cuál fue intervenido quirúrgicamente en una clínica de Munich, pero los especialistas de la University Clinic de Um le diagnosticaron fase terminal. Mientras se recuperaba de la operación escribió en 1995 Mamonella o el genio de la botella, comisionado por el Teatro Estatal de Bavaria; pero nunca se terminó. Alcanzó a celebrar su cumpleaños número 65 alejado de la publicidad y rodeado de sus amigos.

Su salud fue empeorando y tras probar con diferentes tratamientos, murió el 20 de agosto de 1995, no sin antes repetir que “existen uno o varios mundos más, no detectados por nuestros sentidos pero tan reales como el nuestro, o quizá más”.

domingo, 14 de marzo de 2010

Fotografía de difuntos

En el siglo XIX se tenía la costumbre de fotografiar a los recién fallecidos vestidos con su ropa personal, solos o junto a sus compañeros, familiares y amigos. El motivo es que en ese tiempo se tenía una visión más sentimental sobre la muerte, al grado de verla, en algunas ocasiones, como un privilegio.

La costumbre se remonta desde el Renacimiento, como aún no existía la cámara fotográfica en ese entonces, se utilizaba el retrato por medio de la pintura.

Pero en 1839 Louis Daguerre creó la obtención de fotografías basado en la plata denominado daguerrotipo, y con ello las fotografías post mortem que se difundieron de París, Francia, hacia otros países.

Los tiempos de exposición eran muy largos, por lo que los difuntos eran materiales ideales para el retrato, pues difícilmente las personas podían soportar sesiones tan largas, para ello se crearon unos soportes disimulados para sostener la cabeza y el resto de los miembros y así evitar que la persona se moviera.

En cuanto a los difuntos, se les fotografiaban “cenando” en la misma mesa con sus familiares vivos, o en el caso de los bebés dentro de sus carros junto a sus padres, en el regazo o con sus juguetes. En ocasiones se les agregaban elementos icónicos, como una rosa con el tallo corto volteada hacia abajo, que simbolizaba la muerte de una persona joven, o los relojes de mano que mostraban la hora de la muerte, etc.

Hay que comprender que en ese entonces las fotografías no eran tan habituales como lo es ahora, por lo que existían personas que en su vida se habían tomado una fotografía y la única forma de recordarlos era retratándolos muertos.

Además, los índices de mortandad en aquellos tiempos eran muy elevados, sobre todo en niños, la tasa de mortandad era prácticamente igual al número de nacimientos. Tan sólo el 60% de ellos llegaba a edad adulta. La mayoría de las muertes infantiles eran a causa de la viruela y la fiebre amarilla; sin mencionar las mujeres que morían en el parto.

La costumbre de las imágenes post mortem se fueron haciendo tan popular que llegó a ser una adquisición común. Se puede decir que en 1860 todos los miembros de la sociedad podían pagar por un retrato, aunque su uso se seguía reservando para eventos especiales, pues no dejaban de ser algo costoso. Aún así se popularizó tanto, que en algunos lugares era un requisito social “obligatorio” tener las fotografías de sus seres queridos antes de sepultar el cuerpo. El fenómeno se difundió por Europa y Norteamérica y hubo fotógrafos especializados en este tipo de tomas.

Al principio se retrataba a los muertos como si estuvieran dormidos, otorgando una imagen natural que simbolizaba el “eterno descanso”. Otra forma era acomodarlos de modo que simulara algún acto cotidiano, para ello se abrían los ojos del difunto con utensilios diversos (lo más común era usar una cucharilla de café) y luego se colocaba correctamente el ojo en la cuenca.

El fotógrafo tenía completa libertad para vestir y disponer el cuerpo como considerara lo más apropiado. Eran expertos del maquillaje, en ocasiones obtenían resultados espectaculares y en algunos otros más bien patéticos.

Las tomas solían hacerse en picado o contrapicado, lo más común era tomar sólo el rostro del fallecido, enfatizándola y evitando cualquier tipo de ornamentación, llevando a una confrontación directa y cruda con la persona muerta cuando se observa el retrato.

Tomas Helsby ofrecía este tipo de retratos en 1848 al igual que Bartola Luigi con su socio Aldanondo Antonio, que en 1856 instalaron su estudio especializándose en retratos post mortem. Otro fotógrafo, Daviette, de nacionalidad francesa, en conjunto con el profesor Furnier ofrecían en Perú entre los años 1844-1846, los servicios de fotografías de difuntos en la cuál recalcaban con avisos en el diario local la posibilidad de inmortalizar al ser querido. En los avisos él mismo se anunciaba como “artista fotogénico” el cuál se encargaba de “retratar los difuntos como cuadros al óleo”.

Otro de los fotógrafos más populares era Francisco Rave, junto con su socio José María Aguilar, publicaba en el diario El Nacional de 1861 algunos anuncios como: “Se retratan cadáveres a domicilio, a precios acomodados…”.

La costumbre siguió en América

En América la mortandad era muy alta, es decir, una familia común de entre 8 y 10 hijos solían fallecerles la mitad, a estas fotografías post mortem de niños se les conocía como “Angelitos”. Esto es porque en la cultura religiosa católica, a los niños que morían sin pecado original por haber sido bautizados y sin ningún otro pecado en vida, iban directamente al cielo para convertirse en Angelitos, por el contrario, los que no habían sido bautizados eran enterrados con los ojos abiertos para que pudiesen ver la gloria del señor. El fotógrafo mexicano más famoso en este tipo de fotografía es Juan de Dios Machain de Guadalajara.

En Argentina las fotografías post mortem comenzaron a tener otro sentido una vez que estas aparecieron en los medios masivos de comunicación, pues dejó de ser una relación directa y personal de los familiares del difunto para inmortalizar a su ser querido, a ilustrar un suceso periodístico ofrecido en el mercado para un lector anónimo.

Entre estas fotografías, las más conocidas e importantes de la época en Argentina fueron las de Sarmiento y Mitre. La primera fue tomada por un profesional de estudio con cámara de placa, bajo una escena premeditada y relacionada directamente con la imagen que se quería mostrar del prócer para la posteridad. En cambio la fotografía de Mitre fue realizada en su lecho de muerte en plena agonía con el fin de registrar el momento exacto de su muerte, con un propósito completamente periodístico; ésta ha sido retocada con tempera blanca, propio de las fotos preparadas para una edición periodística.

Las primeras fotos de difuntos en los medios de comunicación en Argentina fueron publicadas en la revista Caras y Caretas, en 1898, la primera revista ilustrada importante del país, la cual fue incrementando la cantidad de imágenes pertenecientes a figuras públicas con el fin de ofrecer noticias de carácter público por lo que hicieron en vida, sea bueno o malo.

Con el paso del tiempo esta práctica se fue perdiendo hasta el punto de llegar a ser repudiada, y volviéndose cada vez más sensacionalista. Actualmente la sensibilidad contemporánea es totalmente ajena a sus motivaciones y este tipo de fotografías se han convertido en una práctica impensable con un ser querido. Aún así en las ceremonias reales y velatorios de personajes públicos de la sociedad: artistas, políticos, etc., se siguen presentando estas fotografías, pero con una función completamente diferente en el ámbito forense.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Café Meido

Para las personas aficionadas al anime, a la manga y a los videojuegos existe un término en el occidente para referirse a ellas, y este es: Otaku, éste se deriva de un término japonés utilizado para nombrar a una casa o familia y que también es usado como pronombre honorífico de segunda persona. Aunque en Japón se utiliza como una jerga moderna para referirse a un fan de cualquier tema en particular, en el resto del mundo lo usamos para referirnos a los fanáticos que gustan disfrazarse de personajes de mangas o animes, a veces incluso de videojuegos.

Por ser un grupo aislado y un poco antisocial, se crearon lugares especiales para ellos como es el caso de los cafés Meido, un establecimiento “cosplay” que se creó en Akihabara, Tokio, Japón, cerca del año 2000. La atención está en manos de muchachas vestidas como sirvientas inglesas del siglo XIX, que tratan a sus clientes como amos en sus casas.

Van vestidas generalmente con el uniforme negro y su delantal blanco. Los vestidos tienen muchos detalles con blondas y algunos bordados en sus bordes. Algunas van acompañadas de un adorno en la cabeza a juego con todo el conjunto.

La decoración del lugar está ambientada con temas de anime. Su popularidad se ha extendido a otras ciudades como Corea del Sur, China, Hong Kong y Taiwan.

Al entrar al café, las sirvientas dan la bienvenida al cliente con la frase “Bienvenido mi amo” (お帰りなさいませ、ご主人様, Okaerinasaimase, goshūjin-sama?). Dependiendo del platillo que se consuma, la sirvienta realiza diferentes actividades en presencia del cliente. Por ejemplo, si se pide un omelete, la sirvienta dibuja un conejito o un corazón sobre el platillo utilizando salsa cátsup u otro aderezo. O si se pide una taza de té, la sirvienta pregunta a su “amo” cuántos terrones de azúcar debe agregar a la taza; luego se arrodillará para servir el té y hasta es posible que le dé de comer en la boca al comensal. Por ello los precios de las bebidas y las comidas son más caros que en cualquier otro establecimiento.

Si el cliente se queda con ganas de más, puede pagar por una sesión con un juego de mesa o una fotografía autografiada por su sirvienta favorita, por lo que se prohíbe tomar fotografías en el interior de estos locales.

En el año 2006 se abrió en Canadá el primer Café Meido fuera de Japón, y dado el incremento de chicas otakus, en el 2007 se abrió el primer Butler Café, también en Akihabara, una alternativa para las mujeres, donde los chicos se disfrazan de mayordomo y atienden a chicas llamándolas “reina”.

También existen peluquerías donde te cortan el pelo chicas vestidas de criada, pero lo más novedoso son los salones de masajes y aromaterapia donde te atienden las mismas chicas.

Es común llegar a Akihabara y ver al salir de la estación las tradicionales meidos con sus típicos vestidos, y en ocasiones con cola y orejas de gato, repartiendo publicidad de sus cafés para atraer a nuevos clientes.

Como no muchas chicas quieren trabajar en este tipo de establecimientos por los riesgos que corren, las meidos tienen un buen sueldo. Los clientes más frecuentes son los otakus, personas pocos sociables que en ocasiones causan problemas. Se han dado casos de chicos que les meten manos o de otakus enamorados de meidos al grado de acosarlas a la hora de la salida.

Y es que no todos se conforman con los servicios extra que estos cafés te ofrecen, entre ellos se encuentra una cabina privada por 2500 yenes (21 dólares) cada media hora, donde el cliente puede tomar una taza de café mientras recibe masajes en los hombros; o por 6000 yenes (50 dólares) la hora, el cliente puede llevar a pasear a la criada. En ningún momento hay contacto sexual dentro del servicio, pero eso no implica que las meidos sufran algún percance con sus sugestivos uniformes y sus atrayentes modales.

viernes, 16 de octubre de 2009

El circo


El circo, como lo conocemos, es un espectáculo itinerante que incluye acróbatas, payasos, magos, adiestradores de animales y otros artistas. Antes de establecerse, suele ser anunciado por un desfile para avisar al poblado que el circo va llegando. El show se presenta en el interior de una gran carpa con pistas y galerías de asientos para el público. Entre más pistas tenga el circo, es mayor la atracción. En la actualidad existen circos estables y fijos geográficamente, y no todos poseen actos que incluyen animales.

Las actuaciones en un circo se rigen siempre por reglas establecidas, al grado de crear una serie de números que ya son clásicos en el repertorio de este tipo de espectáculos, como pueden ser: las acrobacias a caballo, las cabalgatas y las actuaciones de elefantes, focas, perros y otros animales amaestrados.

El domador de leones, es ya un personaje clásico y más atrayente del circo aunque en algunos países se han prohibido esta clase de números. Sin embargo, las funciones con animales son sólo un reflejo de aquellos circos romanos, donde siempre se opone a la fuerza bruta de la bestia contra la inteligencia del hombre.

Los antiguos saltimbanquis, juglares y magos fueron los precursores de los artistas de circo actuales, los cuales muchos de sus números y creaciones forman parte de la mayor tradición circense. Por ejemplo, el payaso actual, o clown, ha heredado dicha tradición y sus actuaciones incluyen toda una serie de chises, pantomimas, piruetas y números musicales, que siempre han atraído a grandes y pequeños. Aunque claro, pueden ser también un dramático reflejo de la incomprensión, la soledad y los defectos humanos, como Grock, Rivel, Popov o los hermanos Fratellini.

El circo de la antigua Roma


Fueron los romanos quienes le dieron el nombre de Circo (Circus) a las actividades de entretenimiento, más aún, a los espectáculos públicos. En la antigua Roma, el circo era un lugar destinado a espectáculos públicos, en especial las carreras de caballos. La pista estaba dividida a lo largo por una gran valla en la cual corrían los competidores.

Tras el éxito de la presentación se crearon los anfiteatros como el Circo Máximo que contaba con una capacidad para 100 000 personas. Con el tiempo se amplió con el fin de albergar 385 000 espectadores. También se construyó canales de agua, ordenado por Julio Cesar, para presentar competencias de natación y regatas.

La presentación se abría con un gran desfile que comenzaba con lujosas carrozas y la efigie de los dioses de la ciudad, seguidos por el emperador y su corte. Detrás iban las personas que intervenían en los juegos, músicos, atletas, danzarines, magistrados y por último efebos y doncellas quemando incienso.

Además de carreras también había combates simulados entre guerreros; pero con la aparición de los gladiadores y luchadores profesionales, las contiendas fueron cada vez más despiadadas, incluso hacia el año 15 AC Aurelio Escauro fundó la primera escuela de gladiadores.

Las fieras se incorporaron años después al circo romano. En un principio los animales eran acribillados a flechazos dentro de jaulas encendidas con fuego, posteriormente inauguraron los combates entre hombres y fieras.

Evolución del circo


Tras la decadencia de las civilizaciones antiguas, las personas perdieron el interés en las artes corporales como en el teatro gestual, la danza, la gimnasia y el circo.

Posteriormente las artes corporales recobraron su espacio en la Europa de la Edad Media, volviendo poco a poco a la realidad cotidiana. Pero no fue sino hasta en el Renacimiento cuando los circenses volvieron a tomar los pueblos y las calles de muchos países europeos, ampliando el status social de dicha cultura.

La función primordial del circo era entretener a la gente: buscar la risa descomprometida de la educación y dejar fuera el concepto utilitario para de esta manera encantar y entretener a su público.

Para esta época las “troupes de saltimbanquis” incluían en sus espectáculos música, baile, cuentos populares, narraciones épicas, títeres, sin mencionar las ya clásicas acrobacia y malabares. Se hizo tradición en muchos pueblos acoger a los artistas itinerantes, ofreciéndoles un lugar para presentar sus espectáculos, como atracción de los acontecimientos públicos importantes. De forma lenta se formalizaron los itinerarios: caminos por los cuales miles de artistas solían pasar durante todo el año.

El circo de hoy


Apareció por primera vez el circo, tal y como lo conocemos, en Gran Bretaña en 1770, y en el siglo siguiente la actividad circense se extendió a gran número de países. En Alemania fueron famosos los circos Renz, Busch y Schuron; en Francia el Circo de Invierno (Cirque d’Hiver) y Médranos; en Gran Bretaña, el Circus Sanger; y en Estados Unidos, Barnum & Bailey, que fue el primer gran circo ambulante. En la Unión Soviética, el circo está subvencionado por el Estado, y es una tradición de amplio arraigo popular.

En la actualidad la palabra circo no sólo se refiere a los espectáculos ambulantes, pues también se designa al sitio en el que se representa el espectáculo circense, que puede ser una carpa móvil o un anfiteatro permanente.

El circo representa parte importante de la cultura, construida prácticamente desde que el hombre empezó a registrar sus hazañas, sus descubrimientos, sus ideas y sus creencias.


Aún así lo derechos humanos y de los animales cada vez suman mayor importancia. Por ejemplo, en antiguas épocas las deformaciones o las condiciones especiales en animales o en humanos, eran parte de un espectáculo mórbido que, despreciativamente, se refería como fenómenos. Un caso famoso fue el del “Hombre elefante”. Aunque vetados en muchas partes del mundo, estos espectáculos continúan en una forma separada y paralela a algunas ferias o carnavales. Para ello existen campañas para pedirle a la gente que no vaya a circos en los que se haga uso de animales.

Para ello, las nuevas producciones están haciendo que el concepto de circo clásico se vaya modificando. La evolución del arte en el circo lo aproxima al ámbito de la Educación Física, el cual ha ampliado sus horizontes, por la importancia que pone al trabajo corporal, a diferencia de otras épocas en las que predominaban los números con animales (domadores), con objetos (ilusionismo), o propuestas exhibicionistas (malformaciones).

Al aumentar los aspectos de teatralidad y la incorporación del simbolismo de la danza, el circo se acerca al campo de la expresión a través del cuerpo mucho más que en sus inicios donde predominaba "la dificultad del acto".

Las producciones artísticas circenses han ido acrecentando hasta el grado de extraer contenidos adaptables a un objetivo educativo, los cuales pueden desarrollarse a través de unidades didácticas constituidas alrededor del circo como centro de interés.

sábado, 10 de octubre de 2009

Calvero


Calvero es el personaje principal de la película Candilejas, protagonizada por Charles Chaplin allá por lo años de 1952 en Estados Unidos.

Es un reconocido payaso de edad avanzada que un día descubrió que el alcohol le devuelve la gracia y se hace dependiente. Su vida completa está dedicada al espectáculo, no piensa por ningún motivo abandonarlo ni se imagina haciendo otra cosa.

El problema es que el público ya se cansó de sus viejos chistes y a nadie hacía reír, muy al contrario, a la mitad del acto la gente abandona la sala o lo agreden. Inclusive las compañías han descartado la posibilidad de tener a Calvero dentro de su repertorio.

Un día regresó a su casa borracho, como era su costumbre, y encontró que una de sus vecinas tenía una fuga de gas. Abrió la puerta y descubrió a una hermosa joven cometiendo suicidio. Llamó de inmediato al doctor y la subió a su departamento; por instrucciones del doctor cuidó de ella y trató de levantarle el ánimo.

La mujer resultó ser una bella bailarina con pocas ganas de vivir, y bajo el efecto de la histeria se provoca la inmovilidad en sus piernas. Al momento de darle consejos de vida a la bailarina, las recibe inconscientemente él mismo, pues aunque él nunca trató de suicidarse, admite que también su vida se ha visto apagada desde que no puede hacer reír a su público.

Sorpresivamente recibe la carta de una compañía que lo admite pero con un papel muy pequeño. Calvero, para no tener más problemas con las compañías y para evitar que su público lo reconozca se cambia el nombre; pero fracasa de nuevo y lo lleva a la ruina y al alcoholismo.

La bailarina, completamente recuperada, regresa a trabajar y, enamorada de su salvador, lo ayuda a conseguir algunos papeles dentro de su propia compañía.

Es interesante cómo el personaje de la bailarina va creciendo a lo largo de la historia y en directa proporción el payaso se va desvaneciendo. Es cómo si de alguna forma absorbiera sus energías. Ella se vuelve primera bailarina y él un payaso mediocre con un nombre inventado.

Terry, como llaman a la joven, se enamora perdidamente de la tristeza y el desconcierto de Calvero, al grado de pedirle matrimonio. Él no soporta más el ver como se desintegra en los brazos de una mujer que crece a pasos agigantados. La deja y se dedica a hacer espectáculos callejeros. Al parecer se siente más relajado y hasta crea nuevos chistes; deja de tomar y se le puede ver más contento.

Más, como todo destino cíclico se vuelve a encontrar con Terry, quien le ayuda de nuevo y hasta le consigue un pequeño homenaje con unos letreros señalando al público en que momento deben reír; pero al final no fueron necesarios. Es importante mencionar que la salud de nuestro payaso hasta este punto está ya muy deteriorada, un trago más y podría ocasionarle un paro cardíaco.


Él lo sabe, pero su acto es lo más importante, podría acabarlo por completo o devolverle su dignidad. Sería tonto mencionar la decisión de nuestro payaso: es fácil adivinar que decidió beber para ser más cómico en su última oportunidad y eso le trajo gravísimas consecuencias.

Calvero es el ícono del artista por excelencia, vive para y por su arte, sin él no tiene ningún fundamento su existencia. Pero los años no pasan en balde y el cuerpo se acaba, te vuelves más conciente de los problemas cotidianos, la seriedad te alcanza y la soledad se reciente. La peor mezcla para un artista cuya vida es hacer reír a los demás.

La muerte de Calvero es la más deseada por aquellos que viven en el escenario. Murió después de su mejor actuación y con un público que lloraba de tanta risa e ingenio. El sacrificio valió la pena.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Ideoteca expandida


En una solitaria isla existió un laboratorio equipado con todo aquello que una pequeña niña puede necesitar. Bajo las instrucciones de su nana, la niña tenía los estantes y las mesas de trabajo bien limpiecitos. Los libros estaban formados de acuerdo a su color y tamaño. Los químicos y objetos filosos permanecían dentro de sus cajones asignados.

En su recámara, guardaba bajo llave la computadora central donde a través de la red se comunicaba con el resto del mundo para buscar las actualizaciones más novedosas y almacenaba los últimos conocimientos científicos, literarios y filosóficos.

Todos los días leía al menos tres libros completos y escribía formulas matemáticas en un pizarrón hecho especialmente para ella. Tanto conocimiento le producía una infinidad de ideas utópicas que se concentraban en su pequeña cabecita.

Para evitar colapsos, en las noches prendía un aparatito que le permitía extraer las ideas que producían sus sueños. Al otro día guardaba esas ideas en botellitas catalogadas de acuerdo al grosor, color y largo de cada una de esas hebras oníricas.

Las botellitas se fueron acumulando hasta formar una enorme Ideoteca. La conformaban largos pasillos que abarcaban desde descubrimientos gastronómicos hasta conspiraciones cósmicas.

Una mañana la infanta despertó sedienta. Mandó llamar a la nana, pero ésta nunca apareció. Después de tanto gastar sus pulmoncitos, se puso las pantunflas y soñolienta caminó hasta la cocina. Avanzó por los largos corredores cuyos estantes estaban repletos de botellitas de diferentes colores. La respiración de la pequeña rebotaba en las paredes y el eco le golpeaba las orejas con brusquedad.

Después de tanto caminar llegó a la cocina y se encontró frente a frente con su nana, pero ésta no la veía. Descansaba tranquila en una mecedora cuya dirección daba hacia la luz lunar a través de una ventana. Sus ojos quietos no dieron señal de vida.

La niña por primera vez sintió un enorme vacío en el pecho. Pasó más de una semana tratando de pensar que haría tan sola. Tras largas cavilaciones llegó a la conclusión de formar una nación de personas iguales a ella. Así que fabricó un propulsor de cohetes y en él colocó algunas botellas cuyas ideas nadaban a sus anchas bajo los límites cristalinos.

¡Pum! Salió una botella disparada al vacío. Hermosas llamas azules, verdes y rojas adornaban el cielo nocturno. Turistas y marineros vecinos observaban con atención aquellas ideas resplandecientes.

Hubo quien al ver las manifestaciones y las teorías pragmáticas tan elaboradas le evocaban bostezos y torcían la nariz de lo anticuado que le resultaba todo ello.

Un marinero conservador, famoso aventurero de alta mar, se tapó los ojos al ver tales ultrajes y elaboró una petición al gobierno más cercano de bardear aquella isla para que nadie pudiera ver esas barbaridades.

Los turistas se maravillaban por los hermosos colores pero nadie se imaginó que aquello iba en serio: que la infanta deseaba hallar otros puntos en común, individuos con ideas afines a ella; pero lo único que consiguió fue una nota reposada en el pico de una gaviota. En ella, el vigilante del faro le sugería abandonar toda idea revolucionaria de su cabeza.

“No te gastes más, mi niña, tu tarea es inútil, nadie dejará su cómoda vida para vivir bajo filosofías y constelaciones adversas.”

La niña decepcionada hasta los tuétanos, lanzó al mar cada una de sus botellitas. El cristal acumulado en el agua emanó un arco iris cegador que llegó hasta el otro continente y quedó impregnado en los diarios por dos meses: “Extra… extra… un arco iris gigante nos guía hasta el tesoro perdido… extra.”

Sí, ese tesoro era el conocimiento, pero nadie más podría disfrutarlo. Cansada, la infanta se sentó en la misma mecedora en que halló a su nana plácida y tiesa. Desde ese ángulo la luna parecía más hermosa, profunda, eterna y consoladora.

La misma luna se entristeció al ver a la idealista decadente enfrascada bajo sus propios temores. Abrió la boca y con su canto levantó olas enormes que rozaban el cielo, a su paso recogían las botellas y las aventaban lo más lejos posible.


Años después la primera botella por fin tocó tierra. Un joven que pasaba por ahí la tomó y se la llevó a su casa. Vertió el contenido en un plato sopero y pasó varias horas tratando de averiguar qué era aquello que se me movía como gelatina. Desesperado por no encontrarle explicación al líquido movedizo, que a simple vista era espléndido, se bebió todo de un sólo sorbo. Lentamente las ideas contenidas en ese frasco se expandieron a sus anchas sobre los cómodos pliegues del cerebro. Una chispa de luz se encendió y una nueva perspectiva le dio vuelta a su vida.

Poco a poco las botellas llegaron a tierra firme y fueron recogidas por diferentes tipos de personas, quienes de acuerdo a su personalidad le dieron a las ideas un uso particular: Señoras que regaron con ellas sus flores, artistas cuyas creaciones fueron inolvidables años después, científicos que convirtieron el líquido en leyes y teorías, hackers que transformaron las hebras en software, diseñadores que transformaron las ideas en conceptos de imágenes, y mucho más. El mundo sin querer había cambiado.

Un día un aventurero quiso buscar a la creadora de esas botellitas y viajó por mares hasta hallar la isla. Lo que encontró fue un cuarto cuyo techo estaba impregnado de estrellas y una hermosa luna de papel. En medio se mecía una sofisticada silla mecedora, donde una viejita no dejaba de mirar aquella constelación que fue creada por sus propias manos.

La convenció de abandonar la isla con el fin de que comprobar por ella misma aquel mundo confeccionado por sus sueños. Ella salió de la isla con paso lento y en un transporte aerodinámico el aventurero y la idealista viajaron por el mundo.

Una vez que recorrió el mundo y observó como cada una de las ideas embotelladas que creó, sólo por el placer de hacerlo, habían tomado forma y destino, cerró los ojos y comenzó a llorar, luego le dijo al aventurero:

- Yo nunca quise cambiar al mundo ni provocar revoluciones y cambios industriales, mi deseo fue tener unos pocos amigos para no estar sola, como lo he estado tantos y tantos años. A cambio tú me ofreces un mundo elaborado con retazos de mis propios sueños, pensamientos que las teorías de libros y el sistema metodológico del universo tejieron en mi cerebro… Confieso que ver el resultado me provoca un poco de miedo, me percibo en cada una de esas personas y sin embargo ellos aún no saben que existo... ¡Es hermoso, joven, muchas gracias por mostrármelo!

El aventurero le secó las lágrimas a la vieja demiurga y le pidió que de favor le mostrara más, que aún faltaba mucho por hacer para conseguir la paz en el Universo. Pero ella sólo alcanzó a decir:

- Ese camino ya no me corresponde, ahora les toca a los demás crear sus propias botellas para compartir.

- Pero señora, ¿cómo nos deja una tarea tan difícil? Al menos dígame como se fabrican las botellitas ideáticas.

- Es muy sencillo –dijo la vieja ya sin fuerzas- sólo piense, pero piense en serio.

Y al decir esto último, la demiurga ideológica murió al instante, lo que provocó que el aventurero pensara y meditara sobre lo que le habría querido decir. No pudo dormir en dos días, sólo pensaba y pensaba, cuando al fin logró descansar, tuvo el aventurero unos sueños fantásticos que le revelaron la razón de su ser y el núcleo metafísico de su existencia. Al amanecer, cinco botellitas resplandecientes con un líquido gelatinoso de colores lo acompañaban en el buró al lado de su cama.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Mi concepto de realidad


A mí en lo personal me encanta hacer preguntas por todo, creo que más que buscar LA RESPUESTA, y lo digo con mayúsculas porque me refiero a la respuesta del universo, lo que hay que hacer es buscar LA PREGUNTA exacta que nos lleve a esa respuesta en concreto. Por eso es importante ejercitar el dominio de preguntar correctamente.

No creo que existan preguntas tontas, creo que hay preguntas mal formuladas o mal informadas. Así como tampoco existen temas estúpidos o superficiales, sino personas poco profundas que no saben tratar un tema, pero eso sólo es cuestión de tiempo: el abrir la mente y estudiar mucho ayuda bastante.

De hecho debo confesar que si me siento bastante ingenua y un tanto infantil por estar haciendo preguntas, a veces hasta algo tontas, pero también eso es parte de mi personalidad y me agrada. Es interesante descubrir cada día no sólo parte del mundo, sino una parte de ti, que queramos o no, también es un mundo.

Para mí la realidad es el resultado final de pequeñas realidades, que al coincidir dos o tres puntos se fusionan y se conforma una sola con tres variantes, y así si lo multiplicamos por todos los que habitamos el planeta Tierra.

Es decir, la realidad y el mundo tal y como lo concebimos forma sentido sólo y únicamente dentro de nuestra cabeza. Captamos todo lo que nos rodea por medio de los sentidos que emiten el mensaje a nuestro cerebro y concebimos un TODO a partir de ello, fuera de eso, no sabes nada más.

Los seres humanos nos creemos muy inteligentes y la mejor especie que ha existido sobre la faz de la Tierra, pero tal vez nuestro límite de entendimiento sea muy reducido y sólo captemos una tercera parte de lo que hay fuera de nuestro alcance, pero como no lo conocemos, pues no existe.

La única forma que yo conozco de ampliar este límite de entendimiento es abriendo tu mente a nuevas posibilidades, preparándote y estudiando mucho; pero sobretodo, es importante no dar por entendido nada, porque siempre hay más, mucho más. Suena fácil pero no lo es.

Pero ¿qué pasa cuando una persona tiene una idea que no comparte con nadie más? Hay que aclarar que aunque el mundo esté conformado por un número infinito de posibilidades y que como dice el dicho: “Cada cabeza es un mundo”, también es cierto que existen ciertos puntos de coincidencia, si no fuera así, no habría ni siquiera comunidades o grupos. El problema viene cuando una persona no encuentra su coincidencia. Cuando se da este caso puede hacer dos cosas: Lanzar su idea al aire para ver si alguien la capta y poder así interactuar con esa persona, o buscar y estudiar para ver si en el pasado alguien ya había pensado en esa piedrita que te está lastimando.

No importa cuál de las dos formas se elija, lo importante es buscar coincidencias, porque como dije, la realidad es un conjunto de realidades, y si no llegas a convencer a nadie entonces tu idea desaparecerá, porque de nada sirve en la cabeza de un sólo individuo. Si un señor insiste en que en el marco de su ventana aparece a las tres un unicornio azul, y nadie le cree, entonces no existe, probablemente lo tachen de loco y el hombre en cuestión termine convenciéndose a sí mismo de que en realidad nunca vio nada.

Cuando una persona se guarda sus secretos o se queda con sus ideas para él solo; cuando una persona es terca y no le interesa esforzarse por comprender la forma de vida de alguien más; cuando una persona siente que no tiene que compartir, cuando eso pasa, a mí en lo personal me da mucho coraje. Porque no contribuyen a la formación del Universo, no se dan cuenta que cada uno de nosotros somos un grano que conforma toda una isla, y esta a su vez un país y a su vez un planeta.

Estoy convencida de que todos tenemos algo que decir, aportar o comunicar; pero definitivamente no todos sabemos cómo. Y en este sentido no hay mucho que discutir, pues existen millones de formas con las cuáles contamos para poner nuestro grano de arena. Algunos lo harán por medio del arte, otros por medio de su trabajo, otros al educar a sus hijos, otros dando oportunidades a quienes lo necesitan, en fin, no sólo se trata de usar la vía de la comunicación oral o escrita. Lo que sí, es que aquello que uno decida ejercer para contribuir a la creación del Universo, debe hacerse con responsabilidad y profesionalismo.

A veces nos esforzamos demasiado en dar a conocer nuestro mensaje y al no hallar respuesta o quién te entienda puede llegar a frustrarnos un poco; pero bueno, tú lanzas la moneda al aire, quien lo capte o si se cae ya no es responsabilidad de uno. Tampoco es factible estar preocupándose todo el tiempo y acabándose por que sientes que nadie te comprende. Como dije, en algún lugar debe haber otro punto de coincidencia. De todas formas, uno lanza sus moneditas discretamente y vas dejando un caminito, alguien en algún punto del tiempo tomará una monedita y le servirá para construir otro camino, de esta forma también colaboras con el crecimiento de la humanidad.