lunes, 22 de diciembre de 2008

Carta a un zapatero que compuso mal unos zapatos


Juan José Arreola



Estimable señor:

Como he pagado a usted tranquilamente el dinero que me cobró por reparar mis zapatos, le va a extrañar sin duda la carta que me veo precisado a dirigirle.

En un principio no me di cuenta del desastre ocurrido. Recibí mis zapatos muy contento, augurándoles una larga vida, satisfecho por la economía que acababa de realizar: por unos cuantos pesos, un nuevo par de calzado. (Éstas fueron precisamente sus palabras y puedo repetirlas.)

Pero mi entusiasmo se acabó muy pronto. Llegado a casa examiné detenidamente mis zapatos. Los encontré un poco deformes, un tanto duros y resecos. No quise conceder mayor importancia a esta metamorfosis. Soy razonable. Unos zapatos remontados tienen algo de extraño, ofrecen una nueva fisonomía, casi siempre deprimente.

Aquí es preciso recordar que mis zapatos no se hallaban completamente arruinados. Usted mismo les dedicó frases elogiosas por la calidad de sus materiales y por su perfecta hechura. Hasta puso muy alto su marca de fábrica. Me prometió, en suma, un calzado flamante.

Pues bien: no pude esperar hasta el día siguiente y me descalcé para comprobar sus promesas. Y aquí estoy, con los pies doloridos, dirigiendo a usted una carta, en lugar de transferirle las palabras violentas que suscitaron mis esfuerzos infructuosos.

Mis pies no pudieron entrar en los zapatos. Como los de todas las personas, mis pies están hechos de una materia blanda y sensible. Me encontré ante unos zapatos de hierro. No sé cómo ni con qué artes se las arregló usted para dejar mis zapatos inservibles. Allí están, en un rincón, guiñándome burlonamente con sus puntas torcidas.

Cuando todos mis esfuerzos fallaron, me puse a considerar cuidadosamente el trabajo que usted había realizado. Debo advertir a usted que carezco de toda instrucción en materia de calzado. Lo único que sé es que hay zapatos que me han hecho sufrir, y otros, en cambio, que recuerdo con ternura: así de suaves y flexibles eran.

Los que le di a componer eran unos zapatos admirables que me habían servido fielmente durante muchos meses. Mis pies se hallaban en ellos como pez en el agua. Más que zapatos, parecían ser parte de mi propio cuerpo, una especie de envoltura protectora que daba a mi paso firmeza y seguridad. Su piel era en realidad una piel mía, saludable y resistente. Sólo que daban ya muestras de fatiga. Las suelas sobre todo: unos amplios y profundos adelgazamientos me hicieron ver que los zapatos se iban haciendo extraños a mi persona, que se acababan. Cuando se los llevé a usted, iban ya a dejar ver los calcetines.

También habría que decir algo acerca de los tacones: piso defectuosamente, y los tacones mostraban huellas demasiado claras de este antiguo vicio que no he podido corregir.

Quise, con espíritu ambicioso, prolongar la vida de mis zapatos. Esta ambición no me parece censurable: al contrario, es señal de modestia y entraña una cierta humildad. En vez de tirar mis zapatos, estuve dispuesto a usarlos durante una segunda época, menos brillante y lujosa que la primera. Además, esta costumbre que tenemos las personas modestas de renovar el calzado es, si no me equivoco, el modus vivendi de las personas como usted.


Debo decir que del examen que practiqué a su trabajo de reparación he sacado muy feas conclusiones. Por ejemplo, la de que usted no ama su oficio. Si usted, dejando aparte todo resentimiento, viene a mi casa y se pone a contemplar mis zapatos, ha de darme toda la razón. Mire usted qué costuras: ni un ciego podía haberlas hecho tan mal. La piel está cortada con inexplicable descuido: los bordes de las suelas son irregulares y ofrecen peligrosas aristas. Con toda seguridad, usted carece de hormas en su taller, pues mis zapatos ofrecen un aspecto indefinible. Recuerde usted, gastados y todo, conservaban ciertas líneas estéticas. Y ahora...

Pero introduzca usted su mano dentro de ellos. Palpará usted una caverna siniestra. El pie tendrá que transformarse en reptil para entrar. Y de pronto un tope; algo así como un quicio de cemento poco antes de llegar a la punta. ¿Es posible? Mis pies, señor zapatero, tienen forma de pies, son como los suyos, si es que acaso usted tiene extremidades humanas.

Pero basta ya. Le decía que usted no le tiene amor a su oficio y es cierto. Es también muy triste para usted y peligroso para sus clientes, que por cierto no tienen dinero para derrochar.

A propósito: no hablo movido por el interés. Soy pobre pero no soy mezquino. Esta carta no intenta abonarse la cantidad que yo le pagué por su obra de destrucción. Nada de eso. Le escribo sencillamente para exhortarle a amar su propio trabajo. Le cuento la tragedia de mis zapatos para infundirle respeto por ese oficio que la vida ha puesto en sus manos; por ese oficio que usted aprendió con alegría en un día de juventud... Perdón; usted es todavía joven. Cuando menos, tiene tiempo para volver a comenzar, si es que ya olvidó cómo se repara un par de calzado.

Nos hacen falta buenos artesanos, que vuelvan a ser los de antes, que no trabajen solamente para obtener el dinero de los clientes, sino para poner en práctica las sagradas leyes del trabajo. Esas leyes que han quedado irremisiblemente burladas en mis zapatos.

Quisiera hablarle del artesano de mi pueblo, que remendó con dedicación y esmero mis zapatos infantiles. Pero esta carta no debe catequizar a usted con ejemplos.

Sólo quiero decirle una cosa: si usted, en vez de irritarse, siente que algo nace en su corazón y llega como un reproche hasta sus manos, venga a mi casa y recoja mis zapatos, intente en ellos una segunda operación, y todas las cosas quedarán en su sitio.

Yo le prometo que si mis pies logran entrar en los zapatos, le escribiré una hermosa carta de gratitud, presentándolo en ella como hombre cumplido y modelo de artesanos.

Soy sinceramente su servidor.

Baby H.P.




Juan José Arreola




Señora ama de casa: convierta usted en fuerza motriz la vitalidad de sus niños. Ya tenemos a la venta el maravilloso Baby H.P., un aparato que está llamado a revolucionar la economía hogareña.

El Baby H.P. es una estructura de metal muy resistente y ligera que se adapta con perfección al delicado cuerpo infantil, mediante cómodos cinturones, pulseras, anillos y broches. Las ramificaciones de este esqueleto suplementario recogen cada uno de los movimientos del niño, haciéndolos converger en una botellita de Leyden que puede colocarse en la espalda o en el pecho, según necesidad. Una aguja indicadora señala el momento en que la botella está llena. Entonces usted, señora, debe desprenderla y enchufarla en un depósito especial, para que se descargue automáticamente. Este depósito puede colocarse en cualquier rincón de la casa, y representa una preciosa alcancía de electricidad disponible en todo momento para fines de alumbrado y calefacción, así como para impulsar alguno de los innumerables artefactos que invaden ahora los hogares.

De hoy en adelante usted verá con otros ojos el agobiante ajetreo de sus hijos. Y ni siquiera perderá la paciencia ante una rabieta convulsiva, pensando en que es una fuente generosa de energía. El pataleo de un niño de pecho durante las veinticuatro horas del día se transforma, gracias al Baby H.P., en unos inútiles segundos de tromba licuadora, o en quince minutos de música radiofónica.


Las familias numerosas pueden satisfacer todas sus demandas de electricidad instalando un Baby H.P. en cada uno de sus vástagos, y hasta realizar un pequeño y lucrativo negocio, trasmitiendo a los vecinos un poco de la energía sobrante. En los grandes edificios de departamentos pueden suplirse satisfactoriamente las fallas del servicio público, enlazando todos los depósitos familiares.

El Baby H.P. no causa ningún trastorno físico ni psíquico en los niños, porque no cohíbe ni trastorna sus movimientos. Por el contrario, algunos médicos opinan que contribuye al desarrollo armonioso de su cuerpo. Y por lo que toca a su espíritu, puede despertarse la ambición individual de las criaturas, otorgándoles pequeñas recompensas cuando sobrepasen sus récords habituales. Para este fin se recomiendan las golosinas azucaradas, que devuelven con creces su valor. Mientras más calorías se añadan a la dieta del niño, más kilovatios se economizan en el contador eléctrico.

Los niños deben tener puesto día y noche su lucrativo H.P. Es importante que lo lleven siempre a la escuela, para que no se pierdan las horas preciosas del recreo, de las que ellos vuelven con el acumulador rebosante de energía.

Los rumores acerca de que algunos niños mueren electrocutados por la corriente que ellos mismos generan son completamente irresponsables. Lo mismo debe decirse sobre el temor supersticioso de que las criaturas provistas de un Baby H.P. atraen rayos y centellas. Ningún accidente de esta naturaleza puede ocurrir, sobre todo si se siguen al pie de la letra las indicaciones contenidas en los folletos explicativos que se obsequian en cada aparato.

El Baby H.P. está disponible en las buenas tiendas en distintos tamaños, modelos y precios. Es un aparato moderno, durable y digno de confianza, y todas sus coyunturas son extensibles. Lleva la garantía de fabricación de la casa J. P. Mansfield & Sons, de Atlanta, Ill.

Manifestaciones románticas

Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo, es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.

Se desarrolló fundamentalmente en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania. Después a Francia, Italia, Argentina, España, México, etc. Su vertiente literaria se fragmentó posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Postromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano.

Romanticismo Alemán

El movimiento literario Sturm und Drang (en alemán: tormenta e ímpetu), desarrollado durante la última mitad del siglo XVIII, fue el precedente importante del Romanticismo alemán. El Romanticismo alemán no fue un movimiento unitario. Por ello se habla en las historias literarias de varias fases del Romanticismo. Una etapa fundamental fueron los años noventa del siglo XVIII (Primer Romanticismo), pero las últimas manifestaciones alcanzan hasta la mitad del siglo XIX.

Los filósofos dominantes del romanticismo alemán fueron Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (los fundadores del Idealismo Alemán). Y los autores más importantes son Goethe, Novalis, Ludwig Tieck, Friedrich Schlegel, Clemens Brentano, August Wilhelm Schlegel, Achim von Arnim, E.T.A. Hoffmann, y Friedrich Hölderlin.

Romanticismo francés


El Romanticismo francés tuvo su manifiesto en Alemania (1813), de Madame de Staël, aunque el gran precursor en el siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau, autor de Confesiones, Ensoñaciones de un paseante solitario, el Emilio, Julia, o La Nueva Eloísa y El contrato social, entre otras obras.

En el siglo XIX sobresalieron Charles Nodier, Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Alfred Victor de Vigny, Alfred de Musset, George Sand, Alexandre Dumas (tanto hijo como padre), entre otros; son los mayores representantes de esta estética literaria.

Romanticismo inglés

El Romanticismo en Inglaterra comenzó casi al mismo tiempo que en Alemania; ya para el siglo XVIII habían dejado atrás la Edad Media y sus valores de falsarios inventores de heterónimos medievales, pero el movimiento surgió a la luz con los llamados grupos lakistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), y su manifiesto fue el prólogo de Wordsworth a sus Baladas líricas, aunque ya lo habían presagiado en el siglo XVIII Young con sus Pensamientos nocturnos o el originalísimo William Blake.

Los autores más representativos fueron Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John Keats, en cuanto a poesía. Después tenemos a Thomas De Quincey, y Elizabeth Barrett Browning y su marido Robert Browning, este último creador de una forma poética fundamental en el mundo moderno, el monólogo dramático. En narrativa destaca Walter Scott, creador del género de novela histórica moderna con sus ficciones sobre la Edad Media inglesa, o las novelas góticas El monje de Lewis o Melmoth el Errabundo, de Charles Maturin.



Romanticismo español


En España, la ideología romántica tuvo precedentes en los afrancesados ilustrados españoles, como se aprecia en las Noches lúgubres de José de Cadalso o en los prerrománticos. Reflejaban una nueva ideología presente ya en figuras disidentes del exilio, como José María Blanco White. Pero el lenguaje romántico propiamente dicho tardó en ser asimilado debido a la reacción emprendida por Fernando VII tras la Guerra de la Independencia, que impermeabilizó en buena medida la asunción del ideario romántico.

A pesar de ello, ya en la segunda década del siglo XIX, el diplomático Juan Nicolás Böhl de Faber publicó en Cádiz una serie de artículos entre 1818 y 1819 en el Diario Mercantil a favor del teatro de Calderón de la Barca contra la postura neoclásica que lo rechazaba, que suscitó un debate en torno a los nuevos postulados románticos. Más tarde, en el periódico barcelonés El Europeo (1823-1824), Bonaventura Carles Aribau y Ramón López Soler defendieron el Romanticismo moderado y tradicionalista del modelo de Böhl, negando decididamente las posturas neoclásicas. En sus páginas se hace por primera vez una exposición de la ideología romántica a través de un artículo de Luigi Monteggia titulado Romanticismo.

Algunos escritores liberales españoles, emigrados por vicisitudes políticas, entraron en contacto con el Romanticismo europeo, y trajeron ese lenguaje a la muerte del rey Fernando VII en 1833. La poesía del romántico exaltado está representada por la obra de José de Espronceda y la prosa, por la figura decisiva de Mariano José de Larra. Un romanticismo moderado encarnan José Zorrilla, dramaturgo, autor del Don Juan Tenorio; y el Duque de Rivas, que, sin embargo, escribió la obra teatral que mejor representa los temas y formas del romanticismo exaltado: Don Álvaro o la fuerza del sino.

Un Romanticismo tardío, más íntimo y poco inclinado por temas político-sociales, es el que aparece en la segunda mitad del siglo XIX, con la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, la gallega Rosalía de Castro, y Augusto Ferrán, que experimentaron el influjo directo con la lírica germánica de Heinrich Heine y del folclore popular español, recopilado en cantares, soleás y otros moldes líricos, que se publicó en esta época.


Romanticismo italiano


El Romanticismo italiano se manifestó con la Lettera semiseria di Grisostomo al suo figliolo de Giovanni Berchet (1816) y se destacó, sobre todo, por la figura de los escritores Ugo Foscolo, autor del famoso poema Los sepulcros, y Giacomo Leopardi, cuyo pesimismo se vierte en composiciones como El infinito o A Italia. El romanticismo italiano tuvo también una gran novela histórica, I promesi sposi (Los novios), de Alessandro Manzoni.


Romanticismo ruso

En Rusia, el Romanticismo supuso toda una revolución, pues autorizó como lengua literaria lo que hasta entonces estaba poco cultivado el idioma ruso. El artífice de este cambio fue el gran escritor ruso Alejandro Pushkin, acompañado de numerosos seguidores e imitadores.


Romanticismo checo

En la literatura checa destacan los escritores Karel Hynek Mácha y František Čelakovský y el eslovaco, y también ideólogo del paneslavismo romántico, Ján Kollár.


Romanticismo portugués

En Portugal introdujeron el Romanticismo Almeida Garret y Alejandro Herculano; quien puede considerarse postromántico al gran poeta Antero de Quental.


Romanticismo rumano

En Rumania, su máximo exponente fue Mihai Eminescu y, entre los húngaros, sobresalió el poeta Sándor Petőfi.


Romanticismo estadounidense

El Romanticismo estadounidense proporcionó a un gran escritor y poeta, Edgar Allan Poe, creador de una de las corrientes fundamentales del Postromanticismo, el Simbolismo, y a James Fenimore Cooper (discípulo de las novelas históricas de Scott). Se puede considerar un postromántico el originalísimo pensador anarquista Henry David Thoreau, introductor de ideas anticipadas a su tiempo como la no violencia y el ecologismo, y autor del famoso ensayo Sobre la desobediencia civil. En los Estados Unidos también se habla de transcendentalismo.


Romanticismo argentino

El Romanticismo tuvo su primera manifestación en Argentina con la aparición en 1832 del poema Elvira o la novia del Plata de Esteban Echeverría, quien lideró el movimiento que se concentró en la llamada Generación del 37 y tuvo uno de sus centros en el Salón Literario.


Además, el romanticismo argentino integró la lengua tradicional española con los dialectos locales y gauchescos, incorporó el paisaje rioplatense a la literatura y los problemas sociales. El romanticismo argentino se produjo íntimamente ligado con el romanticismo uruguayo. En Hispanoamérica, el contenido nacionalista del romanticismo concluyó con la recién terminada Guerra de Independencia (1810–1824), convirtiéndose en una herramienta de consolidación de las nuevas naciones independientes, recurriendo al costumbrismo como una herramienta de autonomía cultural.

Entre las obras más importantes del movimiento se destacan La cautiva y El matadero, ambas de Echeverría, el Martín Fierro obra maestra de José Hernández, Amalia de José Mármol, Facundo de Domingo F. Sarmiento y el folletín y obra dramática Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, considerado fundador del teatro rioplatense.


Romanticismo mexicano

El romanticismo mexicano se distinguía por amalgamar el periodismo, la política, el positivismo y el liberalismo, pues surgió en los años previos a la Independencia de México. El poeta Manuel Acuña es posiblemente el máximo representante del romanticismo en México.


Otros romanticismos en Latinoamérica

Otros nombres a destacar son el cubano José María de Heredia. Cabe destacar también, la primera parte de la obra del notable narrador chileno Alberto Blest Gana, cuya producción modelada por el costumbrismo de Balzac, se interna en las fisuras del idealismo romántico.

martes, 16 de diciembre de 2008

Eugène Delacroix

Nació en Charenton Saint-Maurice, Francia. Pintor y dibujante del romantisismo europeo. Integra en la pintura motivos literarios, nacionalistas e históricos. Considerado el último pintor renacentista. En sus comienzos Delacroix reprodujo cuadros de famosos como Rubens, el Veronés y especialmente de Miguel Angel. Hizo revivir en sus obras el estilo barroco lleno de colorido, que ya no era utilizado por los artistas neoclásicos del momento. Luego Delacroix evolucionó a un estilo que sentó las bases del movimiento impresionista, su influencia está presente en maestros como Cézanne y Matisse.





Grecia




Mujeres Algerianas





Odalisca sobre el diván



Cruzados entrando a Constantinopla


Mujer loca


La barca de Dante


lunes, 15 de diciembre de 2008

Descripción general de la pintura romántica



La pintura romántica apela al subjetivismo y la originalidad. Se inspira en escenas violentas como en La carga de los Mamelucos de Goya, y tiene sobre todo un gusto por el dramatismo, mismo que utiliza para remover el sentimiento del público.

Para resaltar la expresión, utiliza con frecuencia fuertes contrastes de luz y sombra (claroscuro). El colorido es característico del romanticismo, que prevalece sobre el dibujo y asume un papel secundario. En cuanto a la pincelada, esta es visible e impetuosa.

El empaste es en general grumoso y espeso, de manera que la pintura adquirió una naturaleza táctil que reforzaba su carácter de creación impulsiva y espontánea. A veces el acabado del cuadro tiene un aspecto de esbozo.

Se podría decir que en cierta forma el romanticismo es neo-barroco, por el movimiento, la tensión, el empuje, los contrastes y los colores de estos cuadros. Sin mencionar que son los pintores barrocos los que influyen a los pintores románticos: la huella de Caravaggio es evidente en Géricault, mientras que Rubens influye en Gros y en Delacroix. Ello no elimina que en casos concretos otros sean los pintores que influyeron: así los nazarenos pretenden acercarse a los primitivos italianos como Fra Angélico, Gérard a Leonardo y, finalmente, Prud'hon se ve influido por el manierista Correggio.

En cuanto a los temas, tenían preferencias por la naturaleza, lo que provocó que los paisajes se convirtieran en un género mayor, cuando a finales del siglo XVIII y principios del XIX era considerado menor o mero fondo decorativo para las composiciones de figuras. Aunque no se trataba de descripciones topográficas, sino de expresar emociones humanas a través del paisaje.

Es en Gran Bretaña donde el paisaje experimentó el cambio radical. También alcanzó cierto desarrollo la pintura animalista, esto es, la que representaba animales, tanto salvajes como domésticos, si bien con tendencia a mostrarlos fieros, por lo que se pintaron numerosos cuadros reflejando actividades como la caza, y animales como el león o el caballo, siendo este último el animal fetiche de Géricault. Otro género que cobró importancia fue la pintura costumbrista, que reflejaba los tipos y personajes populares.

El tratamiento de las figuras procura ser realista. Por lo que cuidan que la ropa de los personajes corresponda con la época histórica que pretenden representar o con el lugar en que se encuentra la escena. Si el cuadro lo requiere, no evitan pintar personas heridas, deformes o muertas, llegando a recurrir al depósito de cadáveres para poder conocer y reflejar más verosímilmente a los muertos; así lo hizo Géricault cuando pintó La balsa de la Medusa.

Las técnicas que utilizaban eran variadas. Predominó la pintura al óleo sobre lienzo, de variados tamaños, inclinándose los franceses, en general por los de grandes dimensiones. Pero también se utilizó la acuarela, técnica preferida por muchos pintores ingleses, y que era especialmente útil para aquellos pintores que viajaban. El dibujo experimentó cierto auge, debido a la facilidad con que expresaba el mundo interior del artista. La pintura al fresco intentó ser recuperada por los nazarenos.

Alcanzaron una gran difusión muchos dibujos y pinturas gracias a medios de reproducción como la litografía, la aparición de prensas metálicas y el renacimiento del grabado en madera.

Muchos dibujos y pinturas alcanzaron una gran difusión gracias a medios de reproducción como la litografía, la aparición de prensas metálicas y el renacimiento del grabado en madera.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

El Romanticismo


Se trata de un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, dándole importancia al sentimiento.


Para los clasicistas, la belleza depende de las cualidades materiales de los objetos (unidad, variedad, regularidad, orden, proporción, etc.) más que de la sensación que producen éstos en quien los contempla. La belleza, en consecuencia, ha de proporcionar un estado de placer sereno, fruto del orden y la proporción, como ocurre con el arte griego.

En cambio el romanticismo, se caracteriza por la ruptura de la tradición clasicista, con el fin de buscar la libertad auténtica y su rasgo revolucionario es incuestionable. Sin embargo, varia dependiendo de cada país donde se desarrolla, puesto que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.


Se desarrolló fundamentalmente en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania. Después a Francia, Italia, Argentina, España, México, etc. Posteriormente su vertiente literaria se fragmentó en diversas corrientes como: el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Postromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano.


Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, el arte y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del YO como entidad autónoma y fantástica. Otros puntos que también favorece son:


· La primacía del Genio creador de un Universo propio.

· La supremacía del sentimiento frente a la razón neoclásica.

· La fuerte tendencia nacionalista.

· El liberalismo frente al despotismo ilustrado.

· La originalidad frente a la tradición clasicista.

· La creatividad frente a la imitación neoclásica.

· La obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.


Es propio de este movimiento un gran aprecio por lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al YO fundamental y al carácter nacional o Volksgeist frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII; en ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas: acción, tiempo y lugar. Expandió, renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y a lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.


En cuanto a los temas, prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo), venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición que los ilustrados y neoclásicos ridiculizaban.


Además, gustan del estudio de la literatura popular: romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes; y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, dispersada por toda Europa mediante Napoleón.


El Romanticismo se expandió, renovó y enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y a lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.


Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. «La belleza es verdad». También representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el «YO», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón. En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, se produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.

GOUNOD - FAUST - Le Veau d'Or

GOUNOD - FAUST - Le Veau d'Or - Opera Imaginaire - Nicolaï GHIAUROV



martes, 9 de diciembre de 2008

MOZART - Du Also Bist Mein Braütigam - Die Zauberflöte

Du Also Bist Mein Braütigam - La Flûte Enchantée - Opéra Imaginaire - Lucia POPP


Texto secundario

lunes, 8 de diciembre de 2008

RIGOLETTO - VERDI - Donna E Mobile

RIGOLETTO - VERDI - Donna E Mobile - OPERA IMAGINAIRE - Nicolai GEDDA


Texto secundario

domingo, 7 de diciembre de 2008

NOZZE DI FIGARO - MOZART - Voi Che Sapete

LE NOZZE DI FIGARO - MOZART - Voi Che Sapete - Les Noces de Figaro - OPERA IMAGINAIRE - Susanne DANCO


Texto secundario

sábado, 6 de diciembre de 2008

Bizet-Carmen

BIZET - CARMEN - OPERA IMAGINAIRE - Chanteurs à la croix de bois




viernes, 5 de diciembre de 2008

El otro nombre de la traición

Texto de Beatriz Bezares García
Oye, creo que ya la regué, perdóname, ya te quedé mal....

De verdad que si creo en el romanticismo, y al principio resultó ser pasional, como de película. ¿Y sabes también por qué lo hice? Porque tú me dijiste que jamás te dejaría libre, ¿me entiendes? No teníamos otra opción. Por eso decidí abrirte la muñeca como tú me pediste... ¿recuerdas?... tú me lo pediste.

No me veas así, yo jamás lo había hecho. El cuchillo apenas si tenía filo y tuve que usar la fuerza y cortar todo lo que se pudiera para que surtiera efecto.

Pero no inventes, al ver tu muñeca destrozada y sangrada me dio algo... bueno sí, es miedo... para que te miento... mucho miedo. También debes afrontar parte de tu culpa, debiste haberlo hecho sola, y después cortarme a mí. Tú sabes que no podría hacerlo solo, lo sabías y aún así quisiste.

Yo la verdad ya no puedo, llevo aquí horas viéndote desangrar e intento cortarme las venas para que nos muramos juntos como lo habíamos planeado, pero... sinceramente no me atrevo.

Sí, ya la regué. Ya... no me veas así... ¿Y sabes también por qué te amarré? Porque sé que tú serías capaz de matarme. Y en serio que no quiero...

Tú siempre has sido más fuerte que yo, y eso lo admiro mucho de ti... pero también estás bien loquita... te exasperas y ya nadie puede controlarte. Por eso fue que te golpeé con la botella en la cabeza, para que te estuvieras quieta y me dejaras cortarte a gusto. Pero, ¿ya vez? No lo hice bien... te corté de más...

No debes mirarme así, tus ojos me ven con odio... Nunca pude soportar esa mirada de rencor que de repente me echabas por no seguirte los pasos. Fue tu idea, no la mía. Y no me malentiendas, porque sí te amo, pero no a tu manera. Tu amor es muy pasional, y el mío... el mío es diferente.

Sí, ya sé... yo también lo acepté e hicimos un pacto. ¡Oh por Dios! ¿En qué líos me metes mujer? ¡Mírate! Tu idea nos destrozó la vida a ambos, tal vez yo esté en la cárcel por tu culpa y tú para entonces ya estarás muerta, sin problemas. Y todo por tu gran idea de irnos al cielo juntos, libres... como Romeo y Julieta.

¿Pero sabes qué? Eso sólo pasa en la ciencia ficción... Y mira, ya llevas horas desangrándote y no pasa nada. Y yo sin atreverme a soltarte porque no sé que querrás hacerme, tus ojos no me dan confianza. Luego, si te llevo al hospital, pueden encerrarme, y si te termino de matar... ¡No, ya no quiero! ¡Ya vi mucha sangre! Yo no soy así... Mejor así quédate otro rato, ya se pasará. Además, tus ojos cada vez tienen menos fuerza.

¡No, por favor no! No, no, no, no... No llores ahora, no, ahora no... Me haces sentir muy mal... ¿Me quieres decir algo? Pero no te puedo soltar la boca, porque los vecinos podrían oírnos y todo saldría peor. Mejor así... dejemos las cosas así como están...

Y yo ya me voy, tengo que irme... recuerda que siempre te amé... pero debes afrontar que soy un cobarde... Un estúpido cobarde que se equivocó contigo, porque pensé que sería una idea romántica morirnos juntos y liberarnos de este maldito mundo... fuera de tus hijos... de tu esposo... de la sociedad que nos recrimina... todo por ti... aún después de recibir esa llamada.

No te dije porque no quería romper tu ilusión, pero ahora te lo tengo que decir. Ayer llamó tu esposo y me contestó que ya sabe lo nuestro y que te daría el divorcio. Pensé que esa noticia te decepcionaría, o que tal vez admirarías ese valor de tu esposo y me dejarías de querer. Lo he visto tantas veces. Pero... pues sí, me equivoqué... ahora ya no sé si te quiero lo suficiente... Perdóname, en verdad perdóname... perdóname, perdóname.

Me voy y te dejo la luz prendida... chao mi amor... te veré en el cielo, pero después...

TOSCA - G. PUCCINI - E Lucevan Le Stelle

TOSCA - G. PUCCINI - E Lucevan Le Stelle - OPERA IMAGINAIRE - Carlo BERGONZI





jueves, 4 de diciembre de 2008

Pigmalión


Escritor guatemalteco, conocido por sus colecciones de relatos breves e hiperbreves. Es considerado como uno de los maestros de la mini-ficción y, de forma breve, aborda temáticas complejas y fascinantes, con una provocadora visión del mundo y una narrativa que deleita a los lectores más exigentes, haciendo habitual la sustitución del nombre por el apócope.

Augusto Monterroso


En la antigua Grecia existió hace mucho tiempo un poeta llamado Pigmalión que se dedicaba a construir estatuas tan perfectas que sólo les faltaba hablar.

Una vez terminadas, él les enseñaba muchas de las cosas que sabía: literatura en general, poesía en particular, un poco de política, otro poco de música y, en fin, algo de hacer bromas y chistes y salir adelante en cualquier conversación.

Cuando el poeta juzgaba que ya estaban preparadas, las contemplaba satisfecho durante unos minutos y como quien no quiere la cosa, sin ordenárselo ni nada, las hacía hablar.

Desde ese instante las estatuas se vestían y se iban a la calle y en la calle o en la casa hablaban sin parar de cuanto hay.

El poeta se complacía en su obra y las dejaba hacer, y cuando venían visitas se callaba discretamente (lo cual le servía de alivio) mientras su estatua entretenía a todos, a veces a costa del poeta mismo, con las anécdotas más graciosas.

Lo bueno era que llegaba un momento en que las estatuas, como suele suceder, se creían mejores que su creador, y comenzaban a maldecir de él.

Discurrían que si ya sabían hablar, ahora sólo les faltaba volar, y empezaban a hacer ensayos con toda clase de alas, inclusive las de cera, desprestigiadas hacía poco en una aventura infortunada.


En ocasiones realizaban un verdadero esfuerzo, se ponían rojas, y lograban elevarse dos o tres centímetros, altura que, por supuesto, las mareaba, pues no estaban hechas para ella.

Algunas, arrepentidas, desistían de esto y volvían a conformarse con poder hablar y marear a los demás.

Otras, tercas, persistían en su afán, y los griegos que pasaban por allí las imaginaban locas al verlas dar continuamente aquellos saltitos que ellas consideraban vuelo.

Otras más concluían que el poeta era el causante de todos sus males, saltaran o simplemente hablaran, y trataban de sacarle los ojos.

A veces el poeta se cansaba, les daba una patada en el culo, y ellas caían en forma de pequeños trozos de mármol.

Aria de la Flauta Mágica


Aria de la flauta mágica subtitulada en castellano

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Historia de un perro




Fue autor de multitud de cuentos y relatos (más de 300). Sus temas favoritos son los campesinos normandos, los pequeños burgueses, la mediocridad de los funcionarios, la guerra franco prusiana de 1870, las aventuras amorosas o las alucinaciones de la locura. Son especialmente destacables sus cuentos de terror, género en el que es reconocido como maestro, a la altura de Edgar Allan Poe. En estos cuentos, narrados con un estilo ágil y nervioso, repleto de exclamaciones y signos de interrogación, se echa de ver la presencia obsesiva de la muerte, el desvarío y lo sobrenatural.


Guy de Maupassant

La prensa respondió unánimemente a la llamada de la Sociedad Protectora de Animales para colaborar en la construcción de un establecimiento para animales. Sería una especie de hogar y un refugio, donde los perros perdidos, sin dueño, encontrarían alimento y abrigo en vez del nudo corredizo que la administración les tiene reservado.

Los periódicos recordaron la fidelidad de los animales, su inteligencia, su dedicación. Ensalzaron sucesos de asombrosa sagacidad.

Es mi deseo, aprovechando esta oportunidad, contar la historia de un perro perdido, de un perro vulgar, sin pedigrí. Es una historia sencilla pero auténtica.

En los suburbios de París, a las orillas del Sena, vivía una familia de ricos burgueses. Poseían una elegante mansión con un gran jardín, caballos, carruajes y muchos criados.

El cochero se llamaba François. Era un individuo de origen campesino, un poco corto de inteligencia; grueso, embotado..., pero de buen corazón.

Una noche, en la que regresaba a la casa de sus amos, un perro comenzó a seguirlo. En un principio ignoró al animal, pero la obstinación de éste y el hecho de seguirlo tan de cerca, hizo que el cochero se volviese... Miraba al can intentando reconocerlo, pero no... nunca lo había visto. Se trataba de una perra de una terrible delgadez, con enormes ubres colgantes. Trotaba detrás del hombre en un estado lamentable; la cola apretada entre las piernas y las orejas pegadas contra la cabeza.

François se detuvo. Lo mismo hizo la perra. François reanudó la marcha y la perra siguió tras él.


Deseó desprenderse de aquel esqueleto de animal y gritó:

-¡Vete... Aléjate de mí!

La perra se movió dos o tres pasos hacia atrás y se detuvo apoyándose sobre las patas traseras, pero tan pronto el cochero se volvió, ésta volvió a seguirlo.

Él hizo ademán de recoger unas piedras y el animal se alejó con velocidad, con una gran sacudida de sus ubres, pero volvió inmediatamente la persecución tan pronto el hombre se dio vuelta.

Entonces el cochero llamó a la perra. El animal se acercó tímidamente con la espina dorsal doblada como un círculo y todas las costillas marcándose en la piel. Acarició el relieve de los huesos y movido por compasión dijo: “Está bien... ven”

Como si lo hubiese entendido, el animal movió la cola alegremente y se dispuso a caminar, ahora confiado, delante de él.

Lo instaló en el pajar del establo; luego fue a la cocina para buscar un poco de pan.

Al día siguiente, los amos fueron informados por el cochero de que había dado cobijo al animal, sin que éstos pusieran reparos a que lo conservara.
Sin embargo, la presencia de la perra en la casa se convirtió pronto en un motivo de apuros y conflictos incesantes.

Estaba constantemente en celo y durante todo el año los aspirantes con cuatro patas asediaban la residencia. Estaban en el camino, delante de la puerta, se introducían por entre los setos del jardín, destrozaban las plantas, rasgaban las flores y sus continuas idas y venidas exasperaban al jardinero. Día y noche era un concierto de aullidos y de batallas sin fin.



Los amos incluso llegaron a encontrar en la escalera perros de todas razas, pequeños con la cola recortada, perros grises, merodeadores de las calles que viven de la basura, enormes perros de raza Terranova con los pelos rizados…

François la llamaba “Cocote” y bien que hacía honor a su nombre. Se reproducía con una facilidad pasmosa y tenía camadas de perros de todas las especies. Cada cuatro meses el cochero tenía que sacrificar la grey de cachorros ahogando a los pequeños seres arrojándolos a un pozo acuífero.
Cocote, con el tiempo, había llegado a ser enorme. Tras su antigua delgadez, ahora era obesa, con un vientre inflado debajo del cual sus largas ubres, sacudiéndose, siempre se arrastraban. Tan gorda estaba que se extenuaba tras caminar diez minutos.

El cochero solía decir: “Es un buen animal, pero a fe mía que deja el pozo fuera de servicio”.

El jardinero se quejaba a diario, la cocinera hacía otro tanto, pues encontró perros debajo de su horno, debajo de las sillas, en el arcón del carbón; robaban todo lo que se encontraban.

El amo le pidió a François que se liberara de Cocote.

El criado, desesperado, gimió, pero tuvo que obedecer. Ofreció la perra a todos sus conocidos pero nadie la deseaba. Intentó perderla. Un representante de ventas la llevó lejos en el cabestrante de su coche, pero una vez sola siempre encontraba el camino de regreso y, a pesar de su barriga que se caía, volvía siempre a acostarse en su reservado del establo.

Pero el amo no consintió más y, molesto, llamó a François, al que dijo gravemente y encolerizado:

-Si usted no se deshace de este animal antes de mañana, lo despido de inmediato... ¿está claro?

Quedó consternado porque adoraba a Cocote. Reflexionó y llegó a la conclusión de que era imposible conseguirle un nuevo hogar porque nadie quería estar cerca de esta perra seguida de un regimiento de canes. Así que era necesario tomar medidas: no podía colocarla, no podía perderla; el río era la única solución.

Entonces pensó en dar veinte peniques a alguien para que hiciese el trabajo. Pero a este pensamiento sobrevino un agudo dolor, ya que otra persona tal vez no tendría el cuidado de no hacer sufrir al animal, y por tanto decidió realizar la ejecución él mismo.

Esa noche no pudo dormir.

Al amanecer se levantó y, tomando una fuerte cuerda, fue a buscar a Cocote... La perra se levantó lentamente, sacudió su rabo y estiró sus miembros celebrando la llegada de su amo.



Él se sentó y, subiéndola a sus rodillas, la acarició un largo rato, luego le puso la correa y el bozal diciendo: “Vamos”. La perra agitó la cola creyendo que iba a dar un paseo.

Llegaron al río.

François eligió un lugar en donde parecía que había suficiente profundidad.
Entonces ató un extremo de la cuerda al cuello del animal y, recogiendo una gran piedra, la unió al otro extremo. Tras esto tomó la perra en sus brazos y la besó furiosamente, como si se tratara de una persona de la que uno se despide.

La sostuvo apretada contra su pecho, y la perra lo lamía con satisfacción.
Diez veces intentó arrojarla, pero le faltaron fuerzas. Pero en un intento, con decisión repentina, hizo acopio de toda su fuerza y la lanzó lo más lejos posible.

Flotó un segundo, luchando, intentando nadar como cuando era bañada... pero la piedra la empujó al fondo; tenía una mirada de angustia y su cabeza desapareció en primer lugar, mientras que sus patas, saliendo del agua, todavía se agitaban. Entonces aparecieron algunas burbujas de aire en la superficie... François creyó ver a la perra un instante cuando el cauce torcía en una zona fangosa del río.

Casi se vuelve loco y durante un mes estuvo enfermo, torturado por la memoria de Cocote

La había ahogado hacia finales de abril.

Tras un largo tiempo, se recobró

Finalmente apenas pensaba en ello cuando, a mediados de junio, sus amos decidieron ir a Ruán a pasar el verano.

Una mañana, como hacía mucho calor, François decidió ir a bañarse a la orilla del río. Al entrar en el agua, un olor nauseabundo lo hizo mirar a su alrededor. Observó entre unas cañas el cuerpo de un perro en estado de putrefacción.

Se acercó sorprendido por el color del pelo. Una cuerda descompuesta todavía apretaba su cuello. Era su perra, Cocote, arrojada por la corriente a sesenta millas de París.

Él seguía de pie, con el agua hasta las rodillas, trastornado, como si se tratase de un milagro.

Se volvió medio loco de repente y comenzó a caminar al azar, con la cabeza perdida. Vagó todo el día y perdió el camino que jamás volvió a encontrar. Nunca volvió a atreverse a tocar un perro.

Esta historia no tiene más que un mérito: es verdadera, enteramente verdadera.

Sin la reunión extraña del perro muerto, al cabo de seis semanas y a sesenta millas de distancia nunca la hubiéramos conocido, indudablemente; ¡porque cuantos animales pobres, sin abrigo, vemos todos los días!

Si el proyecto de la Asociación Protectora de Animales tiene éxito, al menos disminuiremos la presencia de estos cadáveres con cuatro patas arrojadas a los cauces de los ríos.