En la Pantomima, que es la parte de las artes escénicas que utiliza la mímica como forma de expresión artística, los mimos son aquellas personas que renuncian al uso del lenguaje hablando en sus actuaciones, rechazando con frecuencia el uso de cualquier tipo de sonido u objeto.
Es una forma frecuente de arte callejero, generalmente de forma individual que tiene elementos comunes con la danza y las artes circenses. Los mimos suelen simular con sus gestos, cosas o personas que no existen realmente. Lo que puede dar lugar a coreografías muy elaboradas.
Según cita Peter Roberts en su libro Mimo, El arte del Silencio, los estudiosos del tema apuntan que el primero en hacer pantomima en Roma fue el artista griego Livius Andronicus, quien por ser tan popular perdió la voz debido a sus numerosas representaciones y recurría al gesto para dar a conocer sus poesías.
Los primeros mimos occidentales aparecieron en los teatros de Grecia y Roma en el siglo V a.c. La mímica era un importante elemento en los teatros de la época, donde buena parte del público no podía oír a los actores. Pero su suerte dependía de las exigencias de cada Emperador. Augusto, por ejemplo, disfrutaba de sus esclavos mimos, pero Tiberio los eliminaba y Calígula los hacía volver para más tarde otra vez expulsarles. Se sabe que a finales del Imperio Romano, el mimo comenzó una decadencia y se ve obligado a representar los temas más polémicos de la sociedad, es tal la necesidad de causar emoción que las ejecuciones las vuelven una diversión.
Pero durante la Edad Media, este arte casi desapareció de Europa. Por lo que los artistas se esparcieron por Europa y comenzaron a ganarse la vida en lugares públicos. Al darse cuenta de que no se pueden erradicar, la iglesia católica reivindica públicamente la situación teatral.
Después en el siglo XVI apareció en Italia la “Comedia del arte”, una forma de teatro improvisado que tuvo un gran éxito por toda Europa, especialmente al surgir Arlequín, pero que al censurarles el texto, se vieron obligados a recurrir al gesto para seguir con su trabajo.
Francia acoge este nuevo estilo y crea una tradición propia. Jan-Gaspard Deburau, hijo de acróbatas del Teatro de los Funambules sustituyó en 1819 al actor que hacía de Pierrot, al no limitarse exclusivamente a hacer reír acaparó inmediatamente la atención del público ya que introdujo elementos y nuevas situaciones que formaron una historia. Posteriormente, Charles Deburau, su hijo, continuó con la tradición y luego se les sumaron otros. Así que actualmente se le considera como el padre del Mimo moderno pues dedicó su vida a la investigación del movimiento y al redescubrimiento del mimo, creando teorías, técnicas, ilusiones y una escuela de mimos. Actualmente existen mimos por todo el mundo y al parecer, aunque siempre un poco al margen. Entre los mimos destacados, tenemos a:
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