miércoles, 29 de julio de 2009

Las conquistas de ahora

Hace unas cuantas semanas me creía una experta en coqueteos y en atrapar a un buen hombre. Me consideraba buena domándolos y mantener el interés flotando. Pero hablando con amigos, me he dado cuenta de que sólo jugaba con mi imaginación. En definitiva, estoy en pañales… o tal vez los tiempos han cambiado y yo no he practicado… en realidad no lo sé… y no es algo que me interese averiguar. Por suerte vivo felizmente casada.

Dentro del campo del filtreo, hasta donde yo me quedé, había reglas, técnicas y estilos. Un lenguaje en común que debías aprender o quedarte fuera. Tan simple como una mirada del caballero, la chica sonríe, el caballero levanta las cejas, ella baja la mirada y la vuelve a subir despacio, una copa en la mesa, él se acerca lentamente y le pide su nombre. Después de una amena charla, él le pide su teléfono y se despiden. Si el joven resultó atractivo le da su teléfono real, si no es el caso, se inventa uno en el momento o le entrega el número que siempre otorga a los perdedores que no han aprendido nada de ligues. Al otro día el caballero comprueba la efectividad de su estilo.

¿Pero qué pasa? Qué ahora ya nadie entiende nada. Todo es tan directo, perverso y macabro. Ya no he visto ese placer innato de cacería para afilar las garras. Ahora es tan simple como ¿vas o no vas?

Mas se entiende que la cultura cambie con el paso de los años, lo curioso es que ha crecido chueco. Los hombres para un lado y las mujeres para el otro.

Lo siento chicos, empecemos con ustedes. He notado la inmediatez de su conquista, ya no les excita la espera ni el coleccionar artificios: a lo que van. CUATRO SEMANAS de dizque conquista y se decepcionan de amor porque la chica que les gusta nunca cayó, y digo, cuatro semanas es mucho.

Otro punto, ya no se las ingenian en ser distintos, creen que pueden estar del otro lado con regalos, palabras bonitas espontáneas o sinceridad, que a mi gusto ya cae en el cinismo:

- Martita, te quiero mucho y me gustas bastante, ojalá que aunque no tenga dinero, tenga mamitis, esté gordo, sea flojo y desarreglado me llegues a querer como lo hago yo.

Otro punto, yo recuerdo que cuando iba en la preparatoria los jóvenes se arreglaban o por lo menos usaban sus mejores camisas, se ponían gel y boleaban sus zapatitos, ahora hasta parece que quieren verse mal desde el principio para que te vayas acostumbrando. Incluso, ¿qué pasó con las exigencias? Ya no es ganarte el número telefónico o la siguiente cita, ahora te lo exigen o te insultan, obligándote a darles el número de tu padre o de tu abuela para que, si se atreven a llamar después del show que te armaron, por lo menos se tengan que chutar el rollo de la abuela.

En las fiestas, bares, antros y karaokes es tan fácil como:
- Señorita, ¿se quiere usted acostar conmigo?

No he visto técnicas de conquista, donde las palabras más halagadoras son estas muy guapa, se ve que eres diferente, eres superbuena onda y te ves súper bien…

Claro que hay de hombres a hombres, están los patanes que se sienten miserables e incomprendidos con sus dos novias y su amante, los que piensan que la chica que no se acuesta en la primera cita es muy niña aún, al que le encanta los retos y prefiere las casaditas, con novios o las más deseadas; hasta los chicos de noble corazón que con cualquier batea de babas se rinden, detestan los estilos y las técnicas porque creen que es deshonesto, son los típicos chicles que se pegan a tu sombra noche y día y no tienen mayor ideal que recibir una llamada tuya, los que se conforman con un: “Eres muy importante para mí y no te quiero perder; pero ahora no puedo enamorarme” para tenerlos pensando en ella todos los días y hacerle sus trabajos, comprarles la despensa, pagarles el saldo del teléfono, etc.

Pero ya no me odien, ahora vayamos con las chicas. Sorprendentemente, me he fijado la increíble saciedad que tienen para coleccionar pretendientes. Se saben perfectamente las técnicas al derecho y al revés, las palabras exactas para mantener a ese chico que babea por ella pegado a su ventana. Escucho a amigos quejarse amargamente porque ya no saben como corregir sus vidas para que su “novia” deje a su “amante”. Se los juro, es verdad.

Pequeñas inocentes que saben fingir un orgasmo e inventarse la justificación más perfecta para poder excusarse. Saben qué decir para que ese amigo se sienta especial sin serlo, que crea que algún día habrá alguna oportunidad y mientras tanto que él la trate como lo haría un novio, pero sin sexo, claro… bueno… a veces.

Y mientras su “amigo especial” le hace su trabajo escolar, ella mira consternada hacia el cielo preguntándose porque es tan desdichada en el amor. Normalmente su príncipe azul es el que sabe que no la va a pelar, que generalmente es el típico gandalla, casado o con unas ganas de libertad inmensas.

¿El mundo anda chueco? Me pregunto. Tal vez así fue siempre, o tal vez esté exagerando y sólo me ha tocado casos extremos. Pero veo a las personas como bolas en una mesa de billar, chocando unas contra otras. Donde normalmente el intercambio de almas es entre dos personas, a la fecha sólo es un truque que intenta de alguna forma llenar un cuerpo con tres almas, a uno que no le toca y otro que únicamente se reserva el derecho de admisión.

Sólo piensen en este punto, y miren que estoy en contra de este tipo de cuestiones, pero en el tiempo de nuestros abuelos, un hombre llegaba a una edad en el que tenía que conseguirse esposa, el asunto no duraba más de dos años a lo mucho. Y vivían juntos para la eternidad. Igual y no eran tan felices y les hubiera gustado experimentar más.

En el tiempo de nuestros padres, el tiempo de prueba duraba más tiempo, por lo que se tardaban como cinco años a lo mucho en elegir mujer. Ahora, hay hombres de 35, 40 años, que aún esperan al amor de su vida, con la esperanza en la mente de que llegará tarde o temprano, y todo esto mientras le ayudan a su madre a lavar los trastes antes de ver la novela juntos.

La respuesta común es: No hay prisa…. Estoy bien solo… Pero me pregunto, si esto es verdad, ¿entonces por qué se complican tanto en el tema del amor? Porque no los que quieren libertad se consiguen a una chica que le encanta experimentar y tener amigos cariñosos, y porque no la chica que desea y espera a su príncipe azul se enamora del chico sombra?

Pero lo gracioso viene aquí, que sí se da el caso de este tipo de unión; sin embargo, el chico liberal que se juntó con la chica liberal le pareció tan grandioso que justo ahora quiere algo serio y sufre porque aunque ella quiere lo mismo ninguno de los dos se atreve a dar el primer paso y entonces mejor se separan.

La chica tierna y soñadora al estar con el chico sombra resulta que al final descubre que necesita más tiempo y sólo lo quiere como amigo porque la experiencia que tiene no es suficiente… Y la meta al final siempre resulta la misma.

Cuando entras en estos terrenos culturales e ideales de pensamiento ves con ridiculez las canciones poperas de amor, las novelas de televisa y las películas cursis y bobas donde hagan lo que hagan los personajes al final mueren de pasión y sólo se conforma con el último beso de amor; y al final te das cuenta de que estas historias no se parecen en nada a la cotidianidad, ¡en la vida real son peor!

Y pesa más un truene, aunque sólo la pareja haya durado mes y medio, que el desempleo, la muerte o el hambre. Con los tres últimos el hombre saca sus últimas fuerzas de la manga, se las ingenia y sigue luchando, tal vez se caiga, pero seguro se levanta tarde o temprano. Cuando terminas con alguien, dejas de creer en Dios, en la vida, te emborrachas, se pierden tus ilusiones, gracias a esto pierdes el trabajo, llega el hambre y con ello la muerte.

Lo bueno es que para eso estamos los amigos, para apoyar al derrotado en el tema más escabroso. Para eso existen los reemplazos, los consoladores y los amigos cariñosos… jaja… para calmar la sed, aunque sea un rato.

Yo lo que opino es que el amor no nace, no es una electricidad espontánea, se crea y se construye. Sólo falta elegir a la persona con mayor afinidad a ti y entre los dos moldear algo parecido a la felicidad de un cuento de hadas, una historia surrealista personal y destellante que marca, sin lugar a dudas, la cotidianidad de nuestras vidas.

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